Práctica // Libre.-

Até mi cabello en una coleta mientras bajaba las largas escaleras hasta el sótano; planeaba practicar un poco antes de que los directivos se diesen cuenta de la situación que se presentaba en la escuela y tomaran cartas en el asunto, lo cual, dada la indiscreción de mis compañeros, pasaría más temprano que tarde.

-Accio lámpara -murmuré y oí cómo la vieja lámpara a gas volaba directo hacia mí- Lacarnum Inflamarae -pronuncié y la lámpara estuvo encendida- Colloportus-

No quería visitas indeseadas, ¿qué mejor que cerrar la puerta aunque fuese provisionalmente? Gente me había visto bajar las escaleras, me había asegurado de ello, y mientras supieran que era yo, por supuesto nadie iba a molestarme. Eché una ojeada alrededor sólo para darme cuenta que no estaba sola.

-Maldición -refunfuñé-

- Buenas tardes – saludé con una media sonrisa en mi rostro con los brazos cruzados en mi pecho.

Me dirigía a las mazmorras de mi casa cuando la vi caminar rápidamente hacia el sótano que por coincidencia de la vida estaban en el mismo piso. La observé de la cabeza a los pies, su cabello atado y la actitud de su cuerpo me demostraban que estaba ahí por algo específico, pero ¿Qué?
- ¿Interrumpo algo? – pregunté de forma impávida pero con aires de curiosidad en mis palabras.

-La verdad, Anna, sí lo haces -el mal humor me salía por los poros- De verdad me gustaría mucho que tomaras esa puerta y salieras, algunos tratamos de hacer cosas sin que se nos moleste-

Anna era mi amiga, o lo más cercano a una amiga que se puede ser de una persona como yo. En ese momento le estaba tratando mal a conciencia y aunque me arrepintiese, sabía que más tarde no me disculparía. Ambas teníamos nuestro carácter y posición. Apreté mis puños en señal de frustración y señalé hacia la puerta con la mirada.

-Deberías ir a ver qué tanto hace tu novio en las mazmorras, ya luego podremos juntarnos -pedí, esta vez con la poca cortesía de la que era capaz- Te lo agradecería muchísimo-

Ese extra cerró mi derrota. Por tradición, nadie en Durmstrang cedía si veía debilidad en los otros, y la cortesía era sin duda una muestra de ella. Suspiré pesadamente y volví a cerrar la puerta que había abierto segundos antes.

-Puedes quedarte, pero ni una palabra de lo que haremos acá ¿de acuerdo? No me gusta que Axel ande siempre con las narices metidas en mis asuntos-

La miré alzando una ceja, obviamente me había perdido de algo porque su mal humor se expandía por todo el castillo. Sin embargo no me había percatado exactamente de lo que había interrumpido, había alcanzado a escuchar algo al entrar pero no había entendido con claridad lo que había dicho.

“De verdad me gustaría mucho que tomaras esa puerta y salieras, algunos tratamos de hacer cosas sin que se nos moleste”

Fuese lo que fuese que estuviese haciendo, por importante que fuese no saldría del lugar por sus propias palabras… porque era obvio ¿Qué hace uno si te piden que no veas? Ve y si te piden te que vayas, te quedas. Son reglas lógicas de las vida.

- No te esfuerces demasiado Ytrina, no tengo ni la mínima intención de marcharme- le dije con la misma postura, mis brazos sobre mi pecho y actitud de superioridad.

Al escucharla hablar de Axel rodee los ojos molesta ¿Por qué siempre todo giraba en torno a él? ¿Por qué justamente ahora que todo andaba extrañamente mal?

- No te preocupes por mi novio ‘amiga’, justo ahora me bajaron unas enormes ganas de estar contigo – dije de forma irónica pero bastante sonriente. Nuevamente él salía al habla ¿Por qué? - ¿Desde cuándo te importa tanto lo que Axel hace? – le pregunté frunciendo la frente de forma intrigada. – y no te preocupes, de todas maneras igual me iba a quedar – dijo solo para molestarla con una sonrisa arrogante en mis labios.

-No me importa en absoluto lo que "Axel" -pronuncié la palabra de forma venenosa- hace, pero me molesta que esté metiendo sus narices siempre en las cosas que hago. Se toma muy en serio "el papel de líder" y me molesta sobremanera-

Resoplé, y guardé silencio durante unos segundos antes de decidirme a privar a los del exterior el sentido del oído mientras estuviésemos practicando. Precaución necesaria cuando se quiere trabajar en paz.

-Lo que sucede que es quiero practicar el Avada Kedavra. No he podido sacármelo de la mente desde que hemos visto el tema hace un mes. Me ha tomado tiempo acomodar ésta sala para mis propósitos, he tenido que hacerle a prueba de sonido e ingeniármelas para que nadie notara su existencia hasta que yo terminara con ella. Sin embargo, debían saber que estaba en una sala de las mazmorras y allí es donde entras tú como un obstáculo -silabeé la última palabra con ira- He conseguido pollos, cucarachas, los peces en aquella pecera de allá. Quiero perfeccionar la maldición, que me salga bien -murmuré emocionada- También quiero trabajar en el Sectumsempra. Algo me dice que no se avecina nada bueno-

Y ésto, claro, lo contaba porque Anna era mi amiga y merecía saber qué era lo que tramaba. Admiraba el talento de Anna para las maldiciones y su crueldad para algunas cosas. Saqué mi varita, empuñándola y sintiendo el regocijo expandirse en mi pecho.

-No hay problema si quieres practicar también-

Una mueca extraña se dibujó en mi rostro ante sus palabras, ignoré lo de Axel por ese momento ya que no quería hablar de él. Distinguí claramente la expresión de su rostro y la intención de sus palabras al nombrar a Axel, pero también hice como si no hubiese pasado. Saqué mi varita rápidamente de mi bolsillo y la hice girar entre mis dedos con agilidad, no entendía por qué hacia tanto alboroto por unas simples maldiciones. En especial para mí que me salían casi de forma innata, puede ser porque las he utilizado en más de una ocasión y aquello valía más que con animales.

- Avada kedravra – murmuré suavemente casi con ternura y apunté a un pollo que estaba lejos de nosotras en una esquina del lugar. El hechizo lo golpeó rápidamente y el animal calló de espaldas al suelo, inerte y totalmente sin vida. – Bueno, me quedaré a verte practicar- le respondí a su invitación, de una forma diferente ya que me propuse no utilizar la varita nuevamente en ese lugar… por el momento.

Volví a guardar la varita en mi bolsillo y miré a Ytrina de reojo, viendo de forma divertida su reacción. No quería presumir ni nada por el estilo, simplemente esa era mi forma de decirle que podía ayudarla si ella así lo quisiese... supuse que ella entendería mi manera de ser.

-La cuestión es que, la maldición en sí va contra los que creo mis principios y no puedo concentrarme en la palabra "matar", por lo que a veces no causo ningún efecto a lo que quiero dañar. Y eso, obviamente, me frustra-

Una gallina de las que estaban en el lugar comenzó a cacarear, interrumpiendo mi explicación y aumentando la potencia del humor en el que me encontraba.

-Sectumsempra -mascullé entre dientes, algo apenas inteligible. El animal no emitió mayor sonido, debido al desangramiento casi inmediato- Al parecer no puedo concentrarme en matar de forma directa-

Sonreí de medio lado, mezcla mueca de amargura, mezcla recordatorio de el sinnúmero de maldiciones que era capaz de hacer a la perfección, todas, a excepción de la Asesina. Tomé aire, concentrándome y apunté a un pez de la pecera más cercana -Avada Kedavra- murió al instante, sencillo, odio a los peces.

-Quince de esos han muerto en el último mes, las gallinas también son fáciles, pero he estado tratando en hurones y el resultado no es el mismo, quedan un poco aturdidos, desmayados por varios minutos, pero luego vuelven a la vida como si nada -me llevé una mano a la sien, tratando de disipar el inminente dolor de cabeza- Odio decir ésto, pero, necesito tu ayuda, Anna. No creo que mi técnica esté funcionando en lo absoluto, cada vez que las "víctimas" -me mofé de la palabra- crecen, mi poca concentración se hace evidente-